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martes, 11 de abril de 2017

ORACIÓN: "Ten misericordia, Dios mío, soy pecador, somos pecadores, mi mayor humildad es reconocerlo."

 
TEN MISERICORDIA, DIOS MÍO,
SOY PECADOR, SOMOS PECADORES,
MI MAYOR HUMILDAD ES RECONOCERLO

Cada vez que me siento en el confesionario ...
se abren las puertas de la Misericordia divina,
un mar de inmensa compasión y belleza de amor me embriaga,
perfume del amor más sublime, es la llamada a la santidad.

Viene el pecador hundido, pobre de Dios y pobre de corazón,
con sus manos manchadas y colmadas
de miseria y de sentimientos de culpabilidad,
pero solo el arrepentimiento lo levanta,
mirar nuevamente a los ojos de Jesús y sentirse amado con locura,
la locura de la cruz que todavía va impregnando de redención y salvación,
y así de generación en generación.

En el confesionario brota una fuente, un manantial de agua viva,
agua de misericordia y perdón para dar de beber a los sedientos,
a los que se han perdido o han quedado heridos,
ahí se reorienta caminos, se aconseja dónde está la luz para el ciego que no ve,
para el sordo que no sabe escuchar, para el mudo que no puede hablar,
pero todo cambia, todo se transforma cuando humildemente
caemos de rodillas y gritamos: «¡Señor, ten misericordia de mí!».

Al atardecer de cada día, cuando el sol ya se pone y aparece la noche
el corazón se recoge en su interior para ver con ojos de misericordia el día transcurrido, viendo lo que se ha avanzado, lo que falta por hacer, los fracasaos,
los pecados cometidos y tantas otras cosas de nuestra relación con Dios,
con los demás, con la naturaleza y con nosotros mismos,
a modo de examen de conciencia para proseguir el camino dela santidad.

¡Señor, ten misericordia de nosotros! ¡Ten misericordia de mí!
Nuestra Iglesia se siente pobre, necesitada de ti,
de tu misericordia y perdón y la presencia de tu Espíritu Santo, Dios mío,
atravesando las cañadas oscuras, las tribulaciones,
entre derrotas y logros, entre tristezas y alegrías,
como la vida misma siempre en los altibajos
pero conquistando las cumbres del más alto amor.

Misericordia, perdón, Señor mío y Dios mío,
de tu mano voy hacia dónde tú me lleves,
a veces sin saber y sin comprender,
en gesto de humildad, valentía y amor.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
 
(Pbro. Lázaro Albar Marín)

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