Buscar en este blog

domingo, 31 de enero de 2016

ORACIÓN: VENGO A TI, MI SEÑOR, PORQUE SIN TÍ ME MORIRÍA

VENGO A TI, MI SEÑOR,
PORQUE SIN TI ME MORIRÍA

Aquí estoy, ante ti,
Cristo Jesús,
vengo pobre y con sed,
vengo con mi miseria para postrarme 
ante tu infinita Misericordia 
como pecador arrepentido, 
como pecador necesitado de conversión.

Vengo ante ti porque eres mi Luz, 
el Sol de mi corazón, 
la única luz que puede iluminar todo mi ser, 
la única luz que puede iluminar la mirada de mis ojos 
para que sea una mirada misericordiosa con todos, 
especialmente con los pobres y los que sufren.

Vengo a ti porque eres la Fuente de todo Amor, 
vengo a beber cada día como sediento, 
porque ¿qué sería de mí sin tu amor y sin tu perdón?
Dame de beber el agua de tu Espíritu 
y pon en mi interior tu Fuente 
para poder dar de beber el consuelo de tu Misericordia.

Vengo a ti porque eres la Vid y yo soy tu sarmiento, 
separado de ti no puedo hacer nada, 
unido a ti en la intimidad de la oración en medio de la noche 
descubro que estás conmigo, diciéndome «¡cuánto te amo! 
Mi corazón se ensancha en el asombro y admiración 
de tanta misericordia que me colma de gozo y felicidad,, 
entonces mi vida se llena de frutos de amor y perdón.

Vengo a ti porque eres el aliento de mi vida, 
la respiración de mi alma, la alegría de mi ser,
porque sin ti me moriría y caería en la peor de las desdichas 
y en el dolor más profundo de mi existencia, 
pero contigo puedo respirar a pulmón lleno el aire misericordioso 
que todo lo llena, todo lo envuelve.

Vengo a ti descalzándome, sintiéndome el más pobre de los pobres 
ante la inmensidad de la riqueza de tu infinito amor, 
¿qué puedo hacer mi Señor? 
Tan solo quiero amar y vivir para el amor, 
tú que nos quieres en comunión contigo y con los demás, 
haz que pueda ofrecer mis manos misericordiosas 
a quien me necesita, ofrecer lo que soy y lo que tengo 
hasta la entrega de mi vida.

Vengo a ti porque contigo no hay noche, 
como Resucitado te paseas por la orilla de mi vida 
como un bello amanecer que quiere llenarme de luz, 
de paz, esperanza y generoso amor,
como el niño que corre por las playas de mi corazón
para ofrecer a todos el cariño y la ternura de Dios.

Sí, mi Señor, vengo a ti descalzándome 
porque sin ti me moriría. Amén.
Pbro. Lázaro Albar

RESEÑA RETIRO: La Eucaristía, Fuente de Vida





Los días 22 a 25 de Enero la «Fraternidad Velad y Orad» ha impartido a 30 personas el retiro La Eucaristía, Fuente de Vida. Con muchos deseos de Dios, con hambre y sed de oración y espiritualidad han asistido de distintos lugares de nuestra Diócesis (Algeciras, La Línea, Guadacorte, Los Barrios, Campamento, San Fernando, Puerto de Santa María, Cádiz, Chiclana, Ceuta). Esta vez han prevalecido las edades entre los 30 y 40. Cuando buscamos el encuentro con Cristo en la Eucaristía y caemos en adoración él viene a saciar nuestros corazones, encendiéndolos en la llama de su amor. Han sido 48 horas de Adoración, meditación, contemplación, escucha. Lo que más me sorprende es que cuando uno se vuelca de corazón Dios se desborda, y eso que se puede llegar llenos de problemas, de dolor y sufrimiento, buscando el sentido de la vida en espera de una respuesta. ¡Qué grande es nuestro Dios que tiene una palabra de aliento para cada uno, que no viene a nosotros solo para llenar los corazones sino para rebosarlos de su gracia, perdón, misericordia, paz e infinito amor! Una vez más y esta vez hasta con llantos de alegría y gozo de plenitud. Me ponía un mensaje hace unos momentos una de las participantes, que creo podría recoger muy bien cómo nos sentimos: «Gracias y mil gracias por este retiro, soy feliz por naturaleza pero ahora estoy que no quepo... enseñándole fotos a mi marido e intentando explicar todo lo que hemos vivido... está asombrado... padre ha sido un placer». Y es que Dios siempre es más grande de lo que uno pueda imaginarse, Dios siempre es más, Dios nos sorprende.
Entre meditaciones (La Eucaristía, misterio de la fe, es un magnífico don a celebrar que nos compromete con la vida, cada domingo actualizamos dicho misterio de amor) y contemplaciones (Hazte Pan de Dios para los demás; Quien venga a mí no tendrá hambre; La Cena del Señor; Señor danos siempre de ese Pan; Entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo) se ha desarrollado el retiro, con momentos de oración comunitaria, manteniéndonos en un silencio orante donde Dios nos iba modelando a cada uno. Qué experiencia más maravillosa cuando una persona te llega rota, destrozada, apagada y sin apenas esperanza y en el Sacramento de la Misericordia recupera la vida, la ilusión, la fuerza, el ánimo porque ya no está sola sino que tiene con ella a quien entregó su vida por ella. Sí, nunca Jesús nos deja solos y él como Cristo y Señor camina con nosotros y vive en nosotros. Experimentar esto es maravilloso.
En 48 horas con el Señor pasan muchas cosas y él se manifiesta a cada uno como brisa suave o como fuego impetuoso de amor. El silencio contemplativo nos hace vivenciar que Dios es siempre otra cosa, por eso hemos sentido una fuerte llamada a agrandar el corazón para darnos por completo, sin medida, porque él siempre se está desbordando. Ojalá esta experiencia nos haga mejores «discípulos misioneros» porque todavía hay muchísima gente que no conoce a Jesucristo.