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domingo, 31 de enero de 2016

RESEÑA RETIRO: La Eucaristía, Fuente de Vida





Los días 22 a 25 de Enero la «Fraternidad Velad y Orad» ha impartido a 30 personas el retiro La Eucaristía, Fuente de Vida. Con muchos deseos de Dios, con hambre y sed de oración y espiritualidad han asistido de distintos lugares de nuestra Diócesis (Algeciras, La Línea, Guadacorte, Los Barrios, Campamento, San Fernando, Puerto de Santa María, Cádiz, Chiclana, Ceuta). Esta vez han prevalecido las edades entre los 30 y 40. Cuando buscamos el encuentro con Cristo en la Eucaristía y caemos en adoración él viene a saciar nuestros corazones, encendiéndolos en la llama de su amor. Han sido 48 horas de Adoración, meditación, contemplación, escucha. Lo que más me sorprende es que cuando uno se vuelca de corazón Dios se desborda, y eso que se puede llegar llenos de problemas, de dolor y sufrimiento, buscando el sentido de la vida en espera de una respuesta. ¡Qué grande es nuestro Dios que tiene una palabra de aliento para cada uno, que no viene a nosotros solo para llenar los corazones sino para rebosarlos de su gracia, perdón, misericordia, paz e infinito amor! Una vez más y esta vez hasta con llantos de alegría y gozo de plenitud. Me ponía un mensaje hace unos momentos una de las participantes, que creo podría recoger muy bien cómo nos sentimos: «Gracias y mil gracias por este retiro, soy feliz por naturaleza pero ahora estoy que no quepo... enseñándole fotos a mi marido e intentando explicar todo lo que hemos vivido... está asombrado... padre ha sido un placer». Y es que Dios siempre es más grande de lo que uno pueda imaginarse, Dios siempre es más, Dios nos sorprende.
Entre meditaciones (La Eucaristía, misterio de la fe, es un magnífico don a celebrar que nos compromete con la vida, cada domingo actualizamos dicho misterio de amor) y contemplaciones (Hazte Pan de Dios para los demás; Quien venga a mí no tendrá hambre; La Cena del Señor; Señor danos siempre de ese Pan; Entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo) se ha desarrollado el retiro, con momentos de oración comunitaria, manteniéndonos en un silencio orante donde Dios nos iba modelando a cada uno. Qué experiencia más maravillosa cuando una persona te llega rota, destrozada, apagada y sin apenas esperanza y en el Sacramento de la Misericordia recupera la vida, la ilusión, la fuerza, el ánimo porque ya no está sola sino que tiene con ella a quien entregó su vida por ella. Sí, nunca Jesús nos deja solos y él como Cristo y Señor camina con nosotros y vive en nosotros. Experimentar esto es maravilloso.
En 48 horas con el Señor pasan muchas cosas y él se manifiesta a cada uno como brisa suave o como fuego impetuoso de amor. El silencio contemplativo nos hace vivenciar que Dios es siempre otra cosa, por eso hemos sentido una fuerte llamada a agrandar el corazón para darnos por completo, sin medida, porque él siempre se está desbordando. Ojalá esta experiencia nos haga mejores «discípulos misioneros» porque todavía hay muchísima gente que no conoce a Jesucristo.

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