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viernes, 21 de noviembre de 2014

Se me parte el corazón

Dios mío, se me parte el corazón
cuando no llego a amarte
con todas mis fuerzas y todo mi ser,
porque tú me amabas antes de la creación
y no has dejado de amarme
en cada instante de mi vida
y seguirás amándome por toda la eternidad.

Se me parte el corazón
cuando contemplo un mundo
envuelto en la mentira y en la falsedad
con lo bello que es vivir en la verdad,
buscar la verdad, proclamar la verdad,
ya que tú eres la fuente de toda sabiduría.

Se me parte el corazón
cuando veo corazones vacíos,
superficiales, materialistas,
carentes de vida, de amor y de luz,
porque cuando te he buscado
en las profundidades de mi ser
me he encontrado con mi universo interior
en que tú lo llenas todo.

Se me parte el corazón
ante la maldad del mundo,
el egoísmo atroz,
la cruel injusticia,
la horrible violencia,
la murmuración, la calumnia,
los juicios injustos que condenan a los demás
en aquellas personas benévolas consigo mismo
y crueles con los demás,
sobre todo porque tú no viniste
para condenar sino para salvar.

Se me parte el corazón
cuando mirando al corazón de Dios
veo la pasión de este mundo,
el dolor, la corrupción, la falta de pureza espiritual,
el sufrimiento, la opresión, la esclavitud,
cuando el Señor sembró la libertad,
el servicio y la humildad
a fin de que brotara la fraternidad y la hermandad.

Se me parte el corazón
y es Dios quien puede sanar mi corazón,
curarlo, transfigurarlo y santificarlo.

Gracias, Señor, porque mi corazón
está en tu corazón.
gracias porque te llevo en mi corazón.


Lázaro Albar Marín

lunes, 17 de noviembre de 2014

RESEÑA DEL RETIRO: De la búsqueda de Dios al despertar espiritual








Durante el fin de semana del 14 al 16 de noviembre han asistido al retiro De la búsqueda de Dios al despertar espiritual treinta y cuatro personas con la presencia de muchos jóvenes. Algunos nunca habían estado en un retiro. La fraternidad cuida la acogida, el silencio, la ambientación del lugar de oración, el canto contemplativo y que la persona se vaya llena de paz, amor y alegría, para lo que invita a pasar por el sacramento del perdón a fin de experimentar la misericordia divina. Toda una familia profundamente religiosa de hijos, nietos, primos..., asistieron con ese deseo de avanzar en la vida de fe.
La experiencia de Dios nos hace felices, no hay nada que nos haga más felices y cuando se toca el misterio del amor de Dios el interior queda transformado y mejor dicho transfigurado. En este retiro he procurado llevar a la gente al cielo, porque San Pablo nos dice que «nosotros somos ciudadanos del cielo» (Flp 3,20). La vida nos desgasta, las luchas nos agotan pero Dios nos quiere fuertes, felices, con paz y mucho amor.
En este fin de semana han aparecido diversas realidades de vida cristiana, unos más fervientes y otros menos; otros apagados, doloridos por la rutina de una fe sin horizonte en espera de que Dios les diga algo; algunos que le dijeron que no podían venir porque la casa estaba llena luego pudieron y saciaron su sed de Dios; otros han venido por agradar a sus padres y otros por necesidad. Todos hemos recibido más de lo que esperábamos, porque el amor de Dios es tan grande que siempre nos sorprende. Todos hemos tocado la experiencia de Dios, hemos analizado nuestra vida y hemos visto algunos por primera vez y otros nuevamente que podemos rezar mucho, ir a la Eucaristía diaria, ser buenas personas que hablan de Dios pero no tener encuentro con Dios, vivencia de Dios.
El retiro ha tocado en lo profundo del ser, el testimonio de una familia que busca a Dios ha sido muy fuerte, la oración de unos ha ayudado a otros, nos hemos sentido ungidos, nos hemos llenado de la presencia de Dios, se han deshecho los obstáculos que nos creamos para que prevalezca nuestro ego a fin de avanzar en el morir a nosotros mismos para que resplandezca el amor de Dios en nuestra vida, se han roto muchas cadenas que esclavizaban, el Señor resucitado ha llenado nuestros corazones y todos hemos salido más felices. Unos se han propuesto dedicar cada día un tiempo para estar con el Señor, escuchar su palabras dejar que le hable, hacer silencio para escuchar. Otros buscar un acompañante y no ir solos, sino buscar un grupo o crear un cenáculo para compartir la fe. Otros pasar de ser rezadores a ser orantes. Propósitos de ayudar a los más pobres, de compartir más los bienes, de ayudar al que nos necesita. El lugar de la oración ha quedado santificado, hemos experimentado el Reino de Dios porque Dios ha podido reinar en nosotros con toda libertad.
En la Eucaristía, como culmen del retiro, se ha experimentado el cielo en la tierra, la belleza de la fe, el amor de Dios que nos une en un solo corazón y en una sola alma. En resumen, todos hemos salido más felices y con buenos propósitos de trabajarnos, porque hemos experimentado que contando con Dios todos somos más felices. Un testimonio fue: «yo no quería venir y ahora no me quiero ir».
 
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