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domingo, 18 de febrero de 2018

ORACIÓN: ¡Oh, Santa Cuaresma, oración y conversión!

 

¡OH, SANTA CUARESMA, ORACIÓN Y CONVERSIÓN!

Me llevaste a la soledad y al silencio de la oración,
a la intimidad contigo,
allí donde el corazón lucha y luego se inflama de amor ...
cuando tu Espíritu vence todo interés,
y uno es capaz de morir a la propia voluntad
para solo desear tu santa voluntad, Cristo mío.

En la encrucijada de la vida Tú me llamas,
con tus silbidos de Buen Pastor,
me llamas a la conversión,
a unir mi corazón al tuyo,
a que seamos uno en el amor
y solo el amor tenga palabra y todo lo demás calle,
solo el amor de los ríos de tu sangre
derramada en la cruz
pueden bañar mi pecado, mi miseria,
y todo lo que busca ser purificado, mejorado.

Oleadas de amor van y vienen
en esta Santa Cuaresma,
el deseo de amar más y mejor,
amar también al que no me ama,
amar con el corazón abierto a Dios
y su santa voluntad,
amar a los que más necesitan ser amados
y sentirse amados,
porque me has amado tanto,
ya no hay cruz donde Tú no estés clavado,
estás crucificado en el crucificado,
eres mi Amor crucificado.

Ahora es tiempo de salvación,
tiempo de gracia, tiempo de conversión,
tiempo de darlo todo,
como lo hiciste Tú, mi Cristo y mi Señor,
darlo todo, quedarme sin nada,
tan pobre que solo Tú seas mi riqueza,
la que pueda ofrecer a los demás,
no hay mayor riqueza que llevarte a Ti, Cristo mío,
en lo más hondo de mi ser,
en la morada interior que ya toca el cielo.

¡Oh, Santa Cuaresma, oración y conversión!
 
(Pbro. Lázaro Albar Marín)

ORACIÓN: Cuaresma, dejar de vivir en yo, para vivir en Ti.



 
CUARESMA,
DEJAR DE VIVIR YO
PARA VIVIR EN TI

¡Dios mío! ...
Quiero comenzar la Cuaresma
con un deseo grande de Ti,
¡ven, Espíritu Santo! ¡Ven!
Te deseo Dios mío,
en el día y en la noche,
en todo momento y en todo lugar.

Si el deseo muere o se ahoga
por las distracciones de este mundo,
en el desierto de las tentaciones,
mi alma languidece, la angustia y el vacío se apoderan de mí,
pero si por el contrario avivo la sed,
el anhelo de Ti y de tu amor,
mi desierto se convierte en el oasis de Dios
de los manantiales de la vida.

Tengo hambre, pero hambre de Ti, Dios mío,
¡oh, Santa Eucaristía, que sacias el hambre de mi alma!
¡Oh, Sacramento del Perdón divino,
que me devuelve la paz, restaura mi ser,
y alcanza la alegría de la salvación!
Gracias, Dios mío, porque ellos son la huella de tu amor.

Hambre, sed y deseo de conversión tiene mi alma,
el corazón se inflama en tu amor,
y mi ser se sacia del agua de la vida,
es como un fuego que me habita,
la fe, la esperanza y el amor que arden en mi interior.

Dispuesto al combate, vigilante y atento,
en la práctica de la oración, el ayuno y la limosna,
las armas para el ejercicio espiritual en el camino de la conversión, con anhelos de santidad para llegar a la Pascua de la Resurrección.

Oración de corazón a Corazón,
de mi rostro limpio ante el rostro
ensangrentado de Cristo crucificado,
con su mirada de amor que me llama a más amor;
oración donde la tierra se une al cielo,
en intercesión y adoración.

Limosna para sentirme libre de los bienes terrenos,
aprender a compartir con alma solidaria y generosa, desprendiéndome también de lo que necesito
y no sólo de lo que me sobra;
abrazar a mis hermanos más pobres,
quererlos de corazón,
que sus alegrías sean mis alegrías
y sus sufrimientos mis sufrimientos,
reconociendo en ellos la presencia del Amado Crucificado
que reclama liberación, salvación.

Ayuno purificador, limpieza del cuerpo y del alma,
sentir el hambre de los pobres,
el ahorro de mi comida darlo al necesitado,
pero también ayunar de lo corporal para alimentar lo espiritual, dedicar el tiempo de la comida a la oración,
solo Dios sabe lo necesitado que estoy de Él.

Adorar al Crucificado, adorar al Santísimo,
vivir en adoración y alabanza,
vivir a corazón abierto dando amor a Dios
a través del amor a los hermanos,
a los más pobres, a los que nada tienen,
pero también a los enfermos,
escuchando al que está angustiado
y liberando y salvando.

¡Oh, Santa Cuaresma!
¡Oh, Cristo de mi gran amor!
Muero de amor por ti en combate y lucha
con anhelos de santidad,
hasta alcanzarte, abrazarte,
y dejar de vivir yo, para vivir en Ti. Amén.
 
(Pbro. Lázaro Albar Marín)

domingo, 4 de febrero de 2018

ORACION: " Quiero ver tu gloria, quiero reflejar tu gloria"




QUIERO VER TU GLORIA,
QUIERO REFLEJAR TU GLORIA
Moisés quiso ver la gloria de Dios,
pero Dios no lo permitió:
«Mira, hay un lugar junto a mí;
tú te colocarás junto a la peña.
Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña
y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado».
El ser humano ha querido verte, conocerte,
el mundo siempre ha estado plagado de buscadores de Dios,
pero solo tu Hijo Amado ha visto tu rostro, Padre Santo,
ha conocido tu gloria y Él nos la ha revelado.
Quien ve al Hijo ve al Padre,
en el rostro del Hijo contemplamos el rostro del Padre,
¿pero dónde podré conocer la gloria de Dios?
¡Cuántas veces, Cristo Jesús, dijiste «todavía no ha llegado mi hora»!
Todos esperaban la gloria de tu poder, de tu fuerza, de tu majestad;
pero tu gloria, Cristo Jesús, es tu amor fiel,
¿quién puede encontrar poder
en quien se ha sentado voluntariamente en el trono de la cruz?
¿Quién puede encontrar fuerza
en quien se ha dejado atravesar sus manos y pies con clavos
y el costado por una lanza?
La gente se inclina ante los reyes
pero solo los que te conocen y te aman
como el Rey de reyes y Señor de los señores
se inclinan para adorarte en la cruz.
«Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo,
para que tu Hijo te glorifique a Ti»,
tu hora, Cristo Jesús, no fue cuando la muchedumbre te seguía y te aclamaba, no fue cuando se quedaban admirados de tu enseñanza y de tus milagros,
sino en la cruz es donde muestras las entrañas de Dios, su amor fiel y eterno.
«Padre, los que tú me has dado,
quiero que donde yo esté, estén también conmigo,
para que contemplen mi gloria, la que me has dado,
porque me has amado antes de la creación del mundo»,
solo a los pies de la cruz puedo contemplar tu gloria,
tu amor hasta el extremo, sin medida,
que perdona a los enemigos y a todos,
esa gloria trinitaria, Amor de todo amor,
amor que explosiona, amor que crea,
ese amor que son las entrañas de Dios.
Y así a los pies de la cruz puedo contemplar tu gloria
y acoger los tres regalos que se desprenden:
tu Madre, el Espíritu y la Iglesia.
Tu Madre, Madre mía,
la llevó en el corazón y Ella me lleva en el suyo,
mi oración une mi corazón con el suyo,
y Ella siempre intercediendo, protegiendo,
cuidando de sus hijos y cuidando de mí.
¡Que alegría más grande tener a la Madre de Dios como Madre nuestra!
Lo habías dado todo, Jesús,
expiraste y nos diste lo que te quedaba,
el aliento del Espíritu, el Espíritu que habita nuestro templo interior,
el Espíritu que nos impulsa a la misión y nos hace valientes y arriesgados,
el Espíritu que ora en nosotros,
el Espíritu que lo ilumina todo y lo santifica todo.
Y nos diste Jesús, brotando de tu costado,
sangre y agua, la Eucaristía y el Bautismo,
el nacimiento de la Iglesia que brota de tu Cuerpo
extenuado, cansado, agotado, martirizado,
entregado y muerto por amor.
Quiero ver tu gloria en la cruz y en mi cruz, mi Señor,
quiero reflejar tu gloria con mi vida entregada
en mi amor fiel constante y perseverante,
quiero que Tú me lleves de tu mano por tus caminos y senderos
que llevan a la inmortalidad y eternidad,
llévame a tu gloria. Amén.

(Pbro Lázaro Albar Marín)

jueves, 1 de febrero de 2018

ORACION: Por Tu Camino y no por el mio, me sentaré a Tu Mesa.




POR TU CAMINO
Y NO POR EL MÍO,
ME SENTARÉ A TU MESA

Tú, Cristo, mi Maestro y Señor, muéstrame tu camino, ...
para ofrecer mi vida en sacrificio,
como Tú lo has hecho por nosotros,
porque no quiero hacer mi voluntad
sino la voluntad de quién te ha enviado.

Pedro te confiesa: «Tú eres el Mesías, el Ungido, el Hijo de Dios»,
pero no reconoce tu camino de sufrimiento, de padecimiento, de cruz,
porque piensa como los hombres pero no como Dios.

Y yo, ¿como pienso, Jesús?
Tantas veces te he dicho: «Te seguiré a donde quieras que vayas»,
pero aparecieron las controversias, las dificultades, los obstáculos,
y no pensé que tu camino es duro y exigente,
y que el camino supera nuestras fuerzas.

«Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo»,
tus palabras nos reconfortan,
pero somos discípulos del Kyrios escupido, azotado, crucificado,
que nos ha enseñado a entregar la vida,
a amar hasta el extremo, hasta derramar nuestra sangre,
¿me darás la fuerza para llegar hasta el final del camino
que abre las puertas de la salvación?

«Si alguno quiere seguir en pos de mí, tome su cruz y me siga,
quien pierda su vida por mí la ganará»,
hay miles de caminos en este mundo
pero solo uno lleva a la salvación,
Jesús Tú eres nuestro Camino
y al mismo tiempo el Caminante que va delante de nosotros.

Tu camino, Señor, no es destacar, sobresalir, es todo lo contrario,
para ser el primero en tu camino hay mucho silencio, mucha oración,
mucho sacrificio, mucha entrega, hasta ser el último y el servidor de todos,
y lo más duro, cargar con nuestra cruz.

Por eso para soportar con alegría tu camino
que el mundo no puede comprender,
abres la mesa de la Eucaristía para que nosotros, tus discípulos,
cojamos fuerza y sin pararnos, sin estancarnos, sigamos tus huellas.

Tu mesa es el lugar de la intimidad,
allí puedo descansar mi cabeza sobre tu costado
y escuchar los latidos de tu corazón,
descansar en Ti que nos dices:
«venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré».

Tu mesa es el lugar donde se nos revela los secretos del Padre,
en la mesa de la corriente del amor más grande
que brota del corazón del Padre.

Tu mesa es el lugar de la acogida del pobre,
acogiendo a los que no pueden corresponder, y bien lo sabes Jesús,
cómo hecho de menos en la mesa de la Eucaristía a los más pobres.

Tu mesa es el lugar de la fiesta donde el hijo pródigo
se pone el vestido blanco de la condición de hijo y hermano,
todos hemos sido “hijos pródigos”,
por eso al comienzo de la Eucaristía te decimos: «Señor, ten piedad».

Tu mesa es el lugar de la entrega y la comunión,
perpetuando tu entrega escuchamos tu música:
«Padre, que todos sean uno,
para que el mundo crea que tú me has enviado».

Tu mesa es lugar de revelación
donde Tú resucitado té haces presente mostrándonos tus llagas,
de donde se desprende la infinitud de tu amor.

Mientras que esté en este mundo, mi Señor,
haz que nunca falte a tu mesa
para alcanzar la mesa definitiva tu banquete de bodas, Cordero místico,
viviendo en la fiesta que no tiene fin
también con el Padre y el Espíritu Santo,
con María, los ángeles y los santos, por toda la eternidad. Amén.
(Pbro Lázaro Albar Marín)

ORACIÓN: Sé que estáis ahí, Santísima Trinidad y Madre del Cielo.



SÉ QUE ESTÁIS AHÍ,
SANTÍSIMA TRINIDAD Y MADRE DEL CIELO

Sé que estás ahí, quiero verte y tocarte,
quiero abrazarte y besar tus pies llagados por tanto amor, ...
Cristo muerto y resucitado,
que llenas de tu amor y tu paz
este lugar en medio del silencio de esta noche.

Sé que estás ahí, siempre estás, siempre me acompañas,
a veces te dejas sentir como brisa suave y otras veces como viento impetuoso, Espíritu Santo que habitas en mi corazón, en mi templo interior,
mi noche se llena de tu luz, quiero ver tu resplandor.

Sé que estás ahí, porque escucho tu Palabra, la guardo y la cumplo,
cada día recuerdo esa foto en la que volví a tu casa,
tú me esperabas, corrí hacia Ti y Tú hacia mí, caí a tus pies,
me levanté, te abracé y Tú me colmabas de besos, qué bella experiencia
que se renueva cada vez que las puertas de la Misericordia
se abren en el Sacramento del Perdón,
siempre estás ahí esperándome, amándome, Padre Santo.

Sé que estás ahí, Santísima Trinidad, dentro y fuera de mí,
quiero vivir en Ti y Tú vives en mí,
misterio de amor inabarcable, insondable, inefable,
Amor, fuente de todo amor,
¿quién soy yo para que me habites si no puedo dejar de amarte?

Ay, Madre mía, que también sé que estás en todo momento,
cuando te necesito y cuando sin necesitarte
escucho tus pasos junto a mí cuando camino,
escucho tu respiración cuando me siento,
escucho tu voz que me consuela y alegra mi corazón,
qué suerte conocerte y amarte,
qué suerte que me quieras y me sientas como hijo,
qué suerte que en la cruz mi Señor te entregó como Madre.

Sé que estáis ahí, Santísima Trinidad y Madre del cielo,
tan solo puedo amar y caer de rodillas y amar,
estáis ahí en medio de la noche
llenado el lugar donde descanso y oro,
sé que estáis ahí.
(Pbro. Lázaro Albar Marín)

ORACION: Ante Ti, caigo en adoración






ANTE TI, CAIGO EN ADORACIÓN

Que se abran las entrañas para adorarte, mi Señor,
que este mundo calle y solo se escuche tu voz.
...
Quiero descalzarme ante tu presencia,
arrojar el manto de miseria
que no me deja contemplar la belleza de tu rostro.

Quiero caer postrado, solo Tú, y yo nada ante Ti,
solo soy lo que Tú me das para darlo a los demás,
tu gracia me basta y no hay nada más maravilloso que tu gracia,
tu amor derramado dentro de mí, sin merecerlo, por pura gratuidad.

Eres Sol, Fuente inagotable de luz,
eres el Señor de los señores y el Rey de reyes,
eres mi Rey y Señor, ante Ti solo puedo adorar y servir,
¿qué quieres de mí?

Al contemplarte Santísimo Sacramento del altar y adorarte,
tu Vida se hace mi vida,
y por nada de este mundo quisiera separarme de este encuentro constante, misterio de amor fecundo, porque sin Ti, ¿qué podría hacer?

Pondré la alfombra de la humildad
para reconocer que lo que ven mis ojos fuera de mí ya vive dentro de mí, Santa Custodia de mi corazón, ante el altar que me habita,
donde descansa tu Cuerpo Sagrado, Pan consagrado,
ante ti solo cabe adorarte hasta que la tierra se una al cielo
para vivir eternamente contemplando la belleza de tu rostro glorioso
que ya vive en mí.

En el silencio se escucha el canto de los ángeles
que también caen en adoración,
música celestial del amor que es todo amor,
¿cómo unir mi canto a su canto?
¿Cómo hacer que toda la tierra caiga en adoración
para que se acaben las olas del terror, de la guerra y de la violencia?

Ante Ti, mi Señor, la paz y el amor,
porque en un corazón que adora desapareció el temor
y vino la libertad de los hijos de Dios. Amén.

(Pbro. Lázaro Albar Marín)

ORACIÓN: Me has llamado y me has enviado



                                                ME HAS LLAMADO Y ME HAS ENVIADO

Una vez más, Cristo, mi Señor, me miras, me amas y me llamas,
como cada día para estar contigo,
para escucharte y llevarte en el corazón....

Me sacaste de esa muchedumbre hambrienta,
sedienta de una respuesta a la vida,
buscadora de libertad y verdadero amor,
y me encontré contigo
porque nada podía resistirse a tan gran amor.

Y me has llamado para compartir con otros
ese mismo amor redentor que el mundo reclama,
hay tantos desamparados, tantos desesperados,
tantos angustiados, tantos rechazados,
y tú te identificas con todos ellos
para tenderles tu mano a través de los que eliges.

«Nadie puede venir a mí,
si el Padre que me ha enviado no le atrae»,
tus palabras Señor son decisivas,
el Padre me atrae con una fuerza irresistible,
por eso puedo acercarme a Ti,
sintiéndome llamado para prolongar tu misión:
«como el Padre me ha enviado así os envío yo».

¿Cómo puedes confiarme la inmensidad de tu misión:
«que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad»?

Pobre ante una misión que desborda,
noches sin dormir para que Tú me hables al corazón,
siempre en misión y a veces sin fuerza y sin salud, pero de misión,
con tu misma misión y con preguntas sin respuesta,
esperando que Tú me hables para conducir a los demás por tu camino,
con el aliento de conversión que infunde el Espíritu.

Me confías, Señor, parte de tu rebaño,
toda una muchedumbre de lisiados, ciegos, enfermos,
pobres, abatidos, desengañados,
pero que te buscan y te aman,
esa muchedumbre de la que me sacaste
para enviarme a liberar, sanar, curar y salvar.
Y en el fondo de la misión escucho una voz:
«entrega tu vida por ellos, por ellos, por ellos…»,
y yo tan solo puedo decirte:
«toma mi vida para que levante tu Reino
allí donde todavía no ha llegado». Amén.


(Pbro Lázaro Albar Marín)

ORACIÓN: Ante Ti, caigo en adoración

 
 
 
 
 
ANTE TI, CAIGO EN ADORACIÓN

Que se abran las entrañas para adorarte, mi Señor,
que este mundo calle y solo se escuche tu voz.
...
Quiero descalzarme ante tu presencia,
arrojar el manto de miseria
que no me deja contemplar la belleza de tu rostro.

Quiero caer postrado, solo Tú, y yo nada ante Ti,
solo soy lo que Tú me das para darlo a los demás,
tu gracia me basta y no hay nada más maravilloso que tu gracia,
tu amor derramado dentro de mí, sin merecerlo, por pura gratuidad.

Eres Sol, Fuente inagotable de luz,
eres el Señor de los señores y el Rey de reyes,
eres mi Rey y Señor, ante Ti solo puedo adorar y servir,
¿qué quieres de mí?

Al contemplarte Santísimo Sacramento del altar y adorarte,
tu Vida se hace mi vida,
y por nada de este mundo quisiera separarme de este encuentro constante, misterio de amor fecundo, porque sin Ti, ¿qué podría hacer?

Pondré la alfombra de la humildad
para reconocer que lo que ven mis ojos fuera de mí ya vive dentro de mí, Santa Custodia de mi corazón, ante el altar que me habita,
donde descansa tu Cuerpo Sagrado, Pan consagrado,
ante ti solo cabe adorarte hasta que la tierra se una al cielo
para vivir eternamente contemplando la belleza de tu rostro glorioso
que ya vive en mí.

En el silencio se escucha el canto de los ángeles
que también caen en adoración,
música celestial del amor que es todo amor,
¿cómo unir mi canto a su canto?
¿Cómo hacer que toda la tierra caiga en adoración
para que se acaben las olas del terror, de la guerra y de la violencia?

Ante Ti, mi Señor, la paz y el amor,
porque en un corazón que adora desapareció el temor
y vino la libertad de los hijos de Dios. Amén.
 
(Pbro. Lázaro Albar Marín)

ORACIÓN: Tú me miras, Cristo, con infinita misericordia.

 
TÚ ME MIRAS, CRISTO,
CON INFINITA MISERICORDIA

Como uno más en las aguas del Jordán,
sumergiéndote para cargar con nuestros pecados, ...
y señalado por Juan el Bautista, asumiste lo que eras:
«Ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo».

Y en las mismas aguas del Jordán,
escuchaste la voz del Padre
que te decía ante la muchedumbre de pecadores:
«Este es mi Hijo Amado, en quien me complazco».

Y fuiste por la vida perdonando pecados,
yo estaba entre los pecadores, también como uno más,
necesitado de tu perdón y misericordia,
y me llamaste para ofrecer tu perdón
a los que se sienten pecadores ante tu mirada misericordiosa.

Y mirándote a los ojos, a los pies de la cruz,
sumergido en el pecado de la humanidad que te crucifica,
miro mi pecado y te miro a Ti,
tantas veces crucificado en mis hermanos los más pobres,
y escucho tu voz alentadora cuando miras al cielo y me miras a los ojos: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».

Y miras y me miras, Cristo, mi Señor,
tanta violencia, cuando tú nos traes la paz;
tanta soberbia, cuando tú nos muestras la humildad;
tanto desprecio e indiferencia ante los demás,
cuando tú nos tratas con suma delicadeza y ternura;
tanta superficialidad y falsedad,
cuando tú nos enseñas la interioridad y la verdad.

Y tus entrañas se conmueven
porque tu misericordia es eterna y quiere alcanzar a todos,
porque pagaste un alto precio para bañarnos en tu infinita misericordia
que la hiciste sacramento, fuente de reconciliación y de paz.

Y ahora me llamas a ser canal limpio de tu gracia para los demás,
a irradiar tu misericordia allí donde me encuentre,
a hacer de la Iglesia, de mi casa y mi corazón, un oasis de misericordia.

Gracias, Cristo, mi Señor, porque me miras con infinita misericordia. Amén.
 
(Pbro. Lázaro Albar) 

ORACIÓN: Llámame de nuevo, Cristo, mi Señor.


LLÁMAME DE NUEVO, CRISTO, MI SEÑOR

¿Qué quieres de mí en el silencio de este día, no te elegí yo,
Tú me miraste, me amaste y me llamaste?
...
¡Qué gracia más grande me diste, con horizontes que superan mis fuerzas!
De nuevo quiero preguntarte: «Maestro, ¿dónde vives?»,
y escuchar de tus labios: «ven y lo verás»,
y pensar que ese ir y ver es para toda la vida, en tu compañía,
superando obstáculos, saltando muros, escalando montañas,
qué sé yo hacia dónde me llevas y por dónde me llevas.

Cada día, salir de mí para entrar en tu misterio,
a pesar de mis dudas, de mis miedos, de mis debilidades,
me entregó a Ti, fuente de toda esperanza,
porque eres Tú quien sabe, yo tan solo deseo ser dócil a tu voluntad.

No quiero ser discípulo que camina sin Ti,
con la amargura del fracaso y el fracaso del éxito,
porque sé que tu reino no es de este mundo,
y que darse a los demás es también acoger tu fracaso y soledad,
con la esperanza de llegar al umbral de la vida en plenitud.

«Me seduciste, Señor, y me dejé seducir», me has podido,
no poseo tu llamada, la llamada me posee a mí,
qué importan las dificultades si tu gracia me basta,
qué importa sufrir a veces si Tú vas conmigo y nunca me abandonas, aprenderé a recostar mi cabeza sobre tu pecho
hasta escuchar los latidos de tu corazón y descansar en Ti.

Llámame, Señor, que tu siervo escucha,
aquí tienes mis manos para bendecir,
mis ojos para ver con tu mirada misericordiosa,
mis pies para ir de aquí para allá para anunciar tu Evangelio
y dar testimonio de que vives en aquellos que te abren la puerta de su corazón.

Llámame de nuevo para darme sin medida, hasta el último aliento,
hasta lo incomprensible y misterioso,
hasta unir mi corazón al tuyo, Cristo, mi Señor,
para gloria y alabanza de Dios, nuestro Padre. Amén.


(Pbro. Lázaro Albar Marín)