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domingo, 4 de febrero de 2018

ORACION: " Quiero ver tu gloria, quiero reflejar tu gloria"




QUIERO VER TU GLORIA,
QUIERO REFLEJAR TU GLORIA
Moisés quiso ver la gloria de Dios,
pero Dios no lo permitió:
«Mira, hay un lugar junto a mí;
tú te colocarás junto a la peña.
Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña
y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado».
El ser humano ha querido verte, conocerte,
el mundo siempre ha estado plagado de buscadores de Dios,
pero solo tu Hijo Amado ha visto tu rostro, Padre Santo,
ha conocido tu gloria y Él nos la ha revelado.
Quien ve al Hijo ve al Padre,
en el rostro del Hijo contemplamos el rostro del Padre,
¿pero dónde podré conocer la gloria de Dios?
¡Cuántas veces, Cristo Jesús, dijiste «todavía no ha llegado mi hora»!
Todos esperaban la gloria de tu poder, de tu fuerza, de tu majestad;
pero tu gloria, Cristo Jesús, es tu amor fiel,
¿quién puede encontrar poder
en quien se ha sentado voluntariamente en el trono de la cruz?
¿Quién puede encontrar fuerza
en quien se ha dejado atravesar sus manos y pies con clavos
y el costado por una lanza?
La gente se inclina ante los reyes
pero solo los que te conocen y te aman
como el Rey de reyes y Señor de los señores
se inclinan para adorarte en la cruz.
«Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo,
para que tu Hijo te glorifique a Ti»,
tu hora, Cristo Jesús, no fue cuando la muchedumbre te seguía y te aclamaba, no fue cuando se quedaban admirados de tu enseñanza y de tus milagros,
sino en la cruz es donde muestras las entrañas de Dios, su amor fiel y eterno.
«Padre, los que tú me has dado,
quiero que donde yo esté, estén también conmigo,
para que contemplen mi gloria, la que me has dado,
porque me has amado antes de la creación del mundo»,
solo a los pies de la cruz puedo contemplar tu gloria,
tu amor hasta el extremo, sin medida,
que perdona a los enemigos y a todos,
esa gloria trinitaria, Amor de todo amor,
amor que explosiona, amor que crea,
ese amor que son las entrañas de Dios.
Y así a los pies de la cruz puedo contemplar tu gloria
y acoger los tres regalos que se desprenden:
tu Madre, el Espíritu y la Iglesia.
Tu Madre, Madre mía,
la llevó en el corazón y Ella me lleva en el suyo,
mi oración une mi corazón con el suyo,
y Ella siempre intercediendo, protegiendo,
cuidando de sus hijos y cuidando de mí.
¡Que alegría más grande tener a la Madre de Dios como Madre nuestra!
Lo habías dado todo, Jesús,
expiraste y nos diste lo que te quedaba,
el aliento del Espíritu, el Espíritu que habita nuestro templo interior,
el Espíritu que nos impulsa a la misión y nos hace valientes y arriesgados,
el Espíritu que ora en nosotros,
el Espíritu que lo ilumina todo y lo santifica todo.
Y nos diste Jesús, brotando de tu costado,
sangre y agua, la Eucaristía y el Bautismo,
el nacimiento de la Iglesia que brota de tu Cuerpo
extenuado, cansado, agotado, martirizado,
entregado y muerto por amor.
Quiero ver tu gloria en la cruz y en mi cruz, mi Señor,
quiero reflejar tu gloria con mi vida entregada
en mi amor fiel constante y perseverante,
quiero que Tú me lleves de tu mano por tus caminos y senderos
que llevan a la inmortalidad y eternidad,
llévame a tu gloria. Amén.

(Pbro Lázaro Albar Marín)

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