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domingo, 26 de marzo de 2017

ORACIÓN: "Como el ciego del camino, quiero ver"



 
COMO EL CIEGO DEL CAMINO,
QUIERO VER

Cuántas veces ciegos caminamos sin camino,
errantes que no peregrinos, ...
sin meta y sin sentido,
perdidos en la oscuridad de nosotros mismos.

Cuánta gente deambulante,
sin casa, sin hogar, sin vida interior,
todo desolación, desconsuelo, sin amor.

Cuántas miradas sospechosas,
de doblez, sin buena intención,
sin claridad, sin verdad,
con falta de sinceridad.

Cuánta oscuridad donde parece que hay luz,
cuánta mentira donde parece que hay verdad,
cuánta falsedad e hipocresía donde parece que hay autenticidad..

Quisiera ser ciego de nacimiento para ver a Jesús,
quisiera atravesar la oscuridad para ver la luz,
quisiera no ver para descubrir la fe y desde la fe la luz,
la inmensa luz del Salvador, mi Señor.

Quisiera no creer que veo lo que no veo,
que veo cuando no veo,
cuando la mente ciega el corazón,
que la nube del no saber me hace saber
para ver con ojos de fe, ya desde el corazón,
vislumbrando tu luz.

Oh, maldito pecado que nos deja ciegos,
atraídos por la seducción de la tentación
o tan pobres en nuestra debilidad,
caemos cegados para dejar de ver la luz,
menos mal, mi Señor, que tú nunca nos abandonas,
sales a nuestro encuentro con tu gracia liberadora
y nos tiendes tu mano poderosa
para levantarnos y mostrarnos las maravillas de tu luz.
En mi interior escucho tu voz «Yo soy La Luz del mundo»,
y cómo quisiera vivir siempre en tu luz,
porque tú has venido para sacarnos de las tinieblas
y llevarnos a al mundo de tu luz admirable
donde reina la paz, la alegría y el amor que no tiene fin,
tu luz nos eleva en éxtasis de amor
para que contemplemos la gloria de la Santísima Trinidad,
la belleza resplandeciente de la santidad divina.

Quiero ver con tus ojos, Dios mío,
quiero ver cada día, cada instante,
sostenido por tu gracia santificante,
habiéndome lavado en las aguas del Bautismo,
aguas del Jordán bendecidas de generación en generación,
cuánta gracia derramada,
agua que purifica en la piscina de Siloé que es la Iglesia,
en cada pila o piscina bautismal,
agua que nos lava el pecado original,
agua que nos devuelve la dignidad de hijos de Dios,
agua que brota de la fuente espiritual y nos hace templos divinos, templos del Espíritu Santo.

Quiero ver tu rostro, Cristo Jesús,
cada día ver la luz de tu mirada,
de tu amor que va más allá de toda medida,
amor crucificado y resucitado, amor de todo amor.

Ver tu rostro es ver tu luz,
tu gloria, tu cielo, la eternidad junto a ti,
es ver que lo que tú tocas renace a la vida,
solo la humildad de reconocer nuestra ceguera
nos abre las puertas del Paraíso.

Quiero ver, mi Señor, con ojos de fe,
ver con tus ojos la realidad que me toca vivir,
a fin de amar todo para salvar todo
con tu mismo amor y entrega, ahora y siempre. Amén.
 
(Pbro. Lázaro Albar)

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