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sábado, 25 de octubre de 2014

Amar a Dios


Amar a Dios es como, después del esfuerzo
de haber subido a la más alta montaña,
respirar el aire más puro sabiendo que pudiste subir 
porque Él te dio todas las fuerzas. 

Amar a Dios es como, después de haber vivido en la oscuridad,
ver la luz y dejarte iluminar por un sol resplandeciente,
recibir los rayos que te dan calor y energía
y darte cuenta que en la luz ya nunca caminas a ciegas.

Amar a Dios es como, después de atravesar un árido desierto
con su frío agotador de la noche y su insoportable calor del día,
encontrarte con un hermoso oasis y poder beber del agua más fresca
recibiendo el mejor regalo de bañarte en un lago de aguas cristalinas.

Amar a Dios es como haberte sentido muy pobre
y un día haber encontrado un maravilloso tesoro
y sorprenderte de que Él te ofreciera
una piedra preciosa con deseos de contemplarla
y que la mires desde donde la mires
da reflejos de la belleza de Dios que embellecen tu alma.

Amar a Dios es reconocer que Él te amó primero,
que su Espíritu ha derramado su amor para que le ames,
que todo es gracia y don de Dios,
que nada de esta vida puede hacerte feliz sin Él,
que Él es la maravilla de las maravillas
y que sin Él nada tiene sentido.

Amar a Dios es lo mejor que puede sucederte en esta vida
porque Él cura las heridas, alegra el corazón,
fortalece el espíritu, te llena de paz,
te ilumina y te colma de gracia para que no te falte
la bondad, la ternura, la misericordia,
la generosidad, el perdón y mucho más.

Amar a Dios es una aventura que no tiene fin,
es arriesgar porque lo mejor está por venir,
es llenarse de confianza porque Él te lleva de su mano,
es penetrar el misterio de la fe y transcender,
tocar la infinitud y la eternidad
de un cielo nuevo y una tierra nueva.

Amar a Dios es lo mejor que puede ocurrirte en la vida.
Lázaro Albar Marín

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