QUIERO SER
COMO UNA PALMERA EN LA CIUDAD
COMO UNA PALMERA EN LA CIUDAD
Llama la atención la palmera en la ciudad,
Jericó la ciudad más milenaria es la ciudad de las palmeras, ...
allí curó nuestro Señor al ciego que arrojó su manto de miseria
y le siguió por el camino,
a veces yo también puedo estar como ciego y no darme cuenta,
por eso cada día quiero decirte mi Señor: «Dame tu luz, para que vea».
Alta palmera, que con el viento puede quebrarse,
pero su tronco es duro, fuerte, resistente,
yo también quiero alcanzar altura, aspirar a lo más alto,
buscar los bienes del cielo, anhelar santidad,
aunque haya tormentas no me romperé
porque el Espíritu, mi Maestro Interior, es mi fortaleza.
Las hojas verdes con su caída, hojas verdes de esperanza,
que nunca muera en mí la esperanza
de la resurrección y la vida eterna,
y la esperanza de que con Cristo
todo se embellece, todo mejora, todo es posible.
Frutos de jugosos dátiles anaranjados,
como mi vida que en cada atardecer
se examina a sí misma por si ha podido amar más y mejor,
y dice al Corazón de Jesús:
«ten piedad de mí, porque quiero amarte más».
Quiero ser como una palmera en la ciudad
que destaque por la humildad, la paz, el silencio,
la oración y la contemplación,
el amor a todos los que padecen en su cuerpo o en su alma,
y cuánto me falta porque siempre estoy en camino.
Quiero ser como la palmera en la ciudad
y como mendigo recostarme sobre ella
para gritar cuando Jesús pase:
«Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí».Amén.
Jericó la ciudad más milenaria es la ciudad de las palmeras, ...
allí curó nuestro Señor al ciego que arrojó su manto de miseria
y le siguió por el camino,
a veces yo también puedo estar como ciego y no darme cuenta,
por eso cada día quiero decirte mi Señor: «Dame tu luz, para que vea».
Alta palmera, que con el viento puede quebrarse,
pero su tronco es duro, fuerte, resistente,
yo también quiero alcanzar altura, aspirar a lo más alto,
buscar los bienes del cielo, anhelar santidad,
aunque haya tormentas no me romperé
porque el Espíritu, mi Maestro Interior, es mi fortaleza.
Las hojas verdes con su caída, hojas verdes de esperanza,
que nunca muera en mí la esperanza
de la resurrección y la vida eterna,
y la esperanza de que con Cristo
todo se embellece, todo mejora, todo es posible.
Frutos de jugosos dátiles anaranjados,
como mi vida que en cada atardecer
se examina a sí misma por si ha podido amar más y mejor,
y dice al Corazón de Jesús:
«ten piedad de mí, porque quiero amarte más».
Quiero ser como una palmera en la ciudad
que destaque por la humildad, la paz, el silencio,
la oración y la contemplación,
el amor a todos los que padecen en su cuerpo o en su alma,
y cuánto me falta porque siempre estoy en camino.
Quiero ser como la palmera en la ciudad
y como mendigo recostarme sobre ella
para gritar cuando Jesús pase:
«Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí».Amén.
(Pbro. Lázaro Albar Marín)
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