Y entonces uno de lo presentes pidió al Maestro: «Háblanos de la Conversación.»
Y él contestó: «Habláis cuando dejáis en tranquilidad vuestros pensamientos. Y cuando ya no podéis habitar por más tiempo en la soledad de vuestro corazón moráis en vuestros labios, y las palabras se transforman en una diversión y un pasatiempo. Y en muchas de vuestras charlas, el pensamiento está casi muerto. Ya que el pensamiento es un ave que necesita espacio, y en un jaula de palabras podrá, naturalmente, desplegar las alas, mas no podrá volar.»
«Existen quienes entre vosotros buscan a los habladores por temor de sentirse solos. El silencio de la soledad revela ante los ojos la desde de su ego y desearían escapar. Existen también aquéllos que hablan, y sin conocimientos o premeditación dicen una verdad que ni ellos mismos comprenden. Y existen quienes llevan la verdad consigo, pero no la expresan con palabras. En el seno de éstos se mantiene el espíritu en un silencio rítmico.»
«Cuando halléis a vuestro amigo en la senda o en la plaza del mercado, permitid que el espíritu que existe en vosotros mueva vuestros labios y conduzca vuestra lengua. Permitid que la voz que existe dentro de vuestra voz hable al oído de su oído. Porque su alma guardará la verdad del corazón vuestro, lo mismo que se guarda el sabor del vino cuando se ha olvidado el color y la copa ya no existe.»
(Gibran Jalil Gibran, El profeta, p 135)
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