QUIERO SER
COMO UNA CUEVA
EN LO MÁS ALTO DE LA MONTAÑA
Quisiera cada día subir a lo alto de la montaña ...
para encontrarme con mi Dios, pues con Él todo es más bello,
me muestra nuevos horizontes, nuevos paisajes y nuevos caminos.
Subir a lo alto de la montaña, a las cumbres del amor,
supone un esfuerzo, hay días que no se apetece pero merece la pena,
invocando al Espíritu Santo,
Él me da nuevas fuerzas para alcanzar la cima.
Subir a la montaña para encontrarme con mi Dios
es el misterio de la oración,
donde mi corazón roza el Corazón de Dios,
en el encuentro de sentirse muy amado
dando una respuesta de amor,
en la soledad y el silencio, en contemplación.
Subo a la montaña dejando otras cosas,
para llegar a amar a Dios sobre todas las cosas,
para expresarle mi amor y luego bajar de la montaña
para darme y servir a mis hermanos
en el compromiso de entregar mi vida.
Y al subir a la montaña descubro la cueva del recogimiento,
a veces en la oscuridad, a veces en la luz,
pero cuando la constancia de la oración hace que la gota de agua
forme la estalactita y la estalagmita, roca dura y consistente,
así es el misterio de la oración constante
que me da consistencia espiritual y madurez,
me hace fuerte para la tribulación.
Quiero ser como una cueva en lo más alto de la montaña,
para vivir el recogimiento en el amor,
amor entregado y sacrificado de cada día,
en la oración de amor que me lleva a amar a los hermanos,
a los pobres y necesitados. Amén.
COMO UNA CUEVA
EN LO MÁS ALTO DE LA MONTAÑA
Quisiera cada día subir a lo alto de la montaña ...
para encontrarme con mi Dios, pues con Él todo es más bello,
me muestra nuevos horizontes, nuevos paisajes y nuevos caminos.
Subir a lo alto de la montaña, a las cumbres del amor,
supone un esfuerzo, hay días que no se apetece pero merece la pena,
invocando al Espíritu Santo,
Él me da nuevas fuerzas para alcanzar la cima.
Subir a la montaña para encontrarme con mi Dios
es el misterio de la oración,
donde mi corazón roza el Corazón de Dios,
en el encuentro de sentirse muy amado
dando una respuesta de amor,
en la soledad y el silencio, en contemplación.
Subo a la montaña dejando otras cosas,
para llegar a amar a Dios sobre todas las cosas,
para expresarle mi amor y luego bajar de la montaña
para darme y servir a mis hermanos
en el compromiso de entregar mi vida.
Y al subir a la montaña descubro la cueva del recogimiento,
a veces en la oscuridad, a veces en la luz,
pero cuando la constancia de la oración hace que la gota de agua
forme la estalactita y la estalagmita, roca dura y consistente,
así es el misterio de la oración constante
que me da consistencia espiritual y madurez,
me hace fuerte para la tribulación.
Quiero ser como una cueva en lo más alto de la montaña,
para vivir el recogimiento en el amor,
amor entregado y sacrificado de cada día,
en la oración de amor que me lleva a amar a los hermanos,
a los pobres y necesitados. Amén.
(Pbro. Lázaro Albar)
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