POR TU CAMINO
Y NO POR EL MÍO,
ME SENTARÉ A TU MESA
Tú, Cristo, mi Maestro y Señor, muéstrame tu camino, ...
para ofrecer mi vida en sacrificio,
como Tú lo has hecho por nosotros,
porque no quiero hacer mi voluntad
sino la voluntad de quién te ha enviado.
Pedro te confiesa: «Tú eres el Mesías, el Ungido, el Hijo de Dios»,
pero no reconoce tu camino de sufrimiento, de padecimiento, de cruz,
porque piensa como los hombres pero no como Dios.
Y yo, ¿como pienso, Jesús?
Tantas veces te he dicho: «Te seguiré a donde quieras que vayas»,
pero aparecieron las controversias, las dificultades, los obstáculos,
y no pensé que tu camino es duro y exigente,
y que el camino supera nuestras fuerzas.
«Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo»,
tus palabras nos reconfortan,
pero somos discípulos del Kyrios escupido, azotado, crucificado,
que nos ha enseñado a entregar la vida,
a amar hasta el extremo, hasta derramar nuestra sangre,
¿me darás la fuerza para llegar hasta el final del camino
que abre las puertas de la salvación?
«Si alguno quiere seguir en pos de mí, tome su cruz y me siga,
quien pierda su vida por mí la ganará»,
hay miles de caminos en este mundo
pero solo uno lleva a la salvación,
Jesús Tú eres nuestro Camino
y al mismo tiempo el Caminante que va delante de nosotros.
Tu camino, Señor, no es destacar, sobresalir, es todo lo contrario,
para ser el primero en tu camino hay mucho silencio, mucha oración,
mucho sacrificio, mucha entrega, hasta ser el último y el servidor de todos,
y lo más duro, cargar con nuestra cruz.
Por eso para soportar con alegría tu camino
que el mundo no puede comprender,
abres la mesa de la Eucaristía para que nosotros, tus discípulos,
cojamos fuerza y sin pararnos, sin estancarnos, sigamos tus huellas.
Tu mesa es el lugar de la intimidad,
allí puedo descansar mi cabeza sobre tu costado
y escuchar los latidos de tu corazón,
descansar en Ti que nos dices:
«venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré».
Tu mesa es el lugar donde se nos revela los secretos del Padre,
en la mesa de la corriente del amor más grande
que brota del corazón del Padre.
Tu mesa es el lugar de la acogida del pobre,
acogiendo a los que no pueden corresponder, y bien lo sabes Jesús,
cómo hecho de menos en la mesa de la Eucaristía a los más pobres.
Tu mesa es el lugar de la fiesta donde el hijo pródigo
se pone el vestido blanco de la condición de hijo y hermano,
todos hemos sido “hijos pródigos”,
por eso al comienzo de la Eucaristía te decimos: «Señor, ten piedad».
Tu mesa es el lugar de la entrega y la comunión,
perpetuando tu entrega escuchamos tu música:
«Padre, que todos sean uno,
para que el mundo crea que tú me has enviado».
Tu mesa es lugar de revelación
donde Tú resucitado té haces presente mostrándonos tus llagas,
de donde se desprende la infinitud de tu amor.
Mientras que esté en este mundo, mi Señor,
haz que nunca falte a tu mesa
para alcanzar la mesa definitiva tu banquete de bodas, Cordero místico,
Y NO POR EL MÍO,
ME SENTARÉ A TU MESA
Tú, Cristo, mi Maestro y Señor, muéstrame tu camino, ...
para ofrecer mi vida en sacrificio,
como Tú lo has hecho por nosotros,
porque no quiero hacer mi voluntad
sino la voluntad de quién te ha enviado.
Pedro te confiesa: «Tú eres el Mesías, el Ungido, el Hijo de Dios»,
pero no reconoce tu camino de sufrimiento, de padecimiento, de cruz,
porque piensa como los hombres pero no como Dios.
Y yo, ¿como pienso, Jesús?
Tantas veces te he dicho: «Te seguiré a donde quieras que vayas»,
pero aparecieron las controversias, las dificultades, los obstáculos,
y no pensé que tu camino es duro y exigente,
y que el camino supera nuestras fuerzas.
«Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo»,
tus palabras nos reconfortan,
pero somos discípulos del Kyrios escupido, azotado, crucificado,
que nos ha enseñado a entregar la vida,
a amar hasta el extremo, hasta derramar nuestra sangre,
¿me darás la fuerza para llegar hasta el final del camino
que abre las puertas de la salvación?
«Si alguno quiere seguir en pos de mí, tome su cruz y me siga,
quien pierda su vida por mí la ganará»,
hay miles de caminos en este mundo
pero solo uno lleva a la salvación,
Jesús Tú eres nuestro Camino
y al mismo tiempo el Caminante que va delante de nosotros.
Tu camino, Señor, no es destacar, sobresalir, es todo lo contrario,
para ser el primero en tu camino hay mucho silencio, mucha oración,
mucho sacrificio, mucha entrega, hasta ser el último y el servidor de todos,
y lo más duro, cargar con nuestra cruz.
Por eso para soportar con alegría tu camino
que el mundo no puede comprender,
abres la mesa de la Eucaristía para que nosotros, tus discípulos,
cojamos fuerza y sin pararnos, sin estancarnos, sigamos tus huellas.
Tu mesa es el lugar de la intimidad,
allí puedo descansar mi cabeza sobre tu costado
y escuchar los latidos de tu corazón,
descansar en Ti que nos dices:
«venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré».
Tu mesa es el lugar donde se nos revela los secretos del Padre,
en la mesa de la corriente del amor más grande
que brota del corazón del Padre.
Tu mesa es el lugar de la acogida del pobre,
acogiendo a los que no pueden corresponder, y bien lo sabes Jesús,
cómo hecho de menos en la mesa de la Eucaristía a los más pobres.
Tu mesa es el lugar de la fiesta donde el hijo pródigo
se pone el vestido blanco de la condición de hijo y hermano,
todos hemos sido “hijos pródigos”,
por eso al comienzo de la Eucaristía te decimos: «Señor, ten piedad».
Tu mesa es el lugar de la entrega y la comunión,
perpetuando tu entrega escuchamos tu música:
«Padre, que todos sean uno,
para que el mundo crea que tú me has enviado».
Tu mesa es lugar de revelación
donde Tú resucitado té haces presente mostrándonos tus llagas,
de donde se desprende la infinitud de tu amor.
Mientras que esté en este mundo, mi Señor,
haz que nunca falte a tu mesa
para alcanzar la mesa definitiva tu banquete de bodas, Cordero místico,
viviendo en la fiesta que no tiene fin
también con el Padre y el Espíritu Santo,
con María, los ángeles y los santos, por toda la eternidad. Amén.
también con el Padre y el Espíritu Santo,
con María, los ángeles y los santos, por toda la eternidad. Amén.
(Pbro Lázaro Albar Marín)
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