ME HAS LLAMADO Y ME HAS ENVIADO
Una vez más, Cristo, mi Señor, me miras, me amas y me llamas,
como cada día para estar contigo,
para escucharte y llevarte en el corazón....
Me sacaste de esa muchedumbre hambrienta,
sedienta de una respuesta a la vida,
buscadora de libertad y verdadero amor,
y me encontré contigo
porque nada podía resistirse a tan gran amor.
Y me has llamado para compartir con otros
ese mismo amor redentor que el mundo reclama,
hay tantos desamparados, tantos desesperados,
tantos angustiados, tantos rechazados,
y tú te identificas con todos ellos
para tenderles tu mano a través de los que eliges.
«Nadie puede venir a mí,
si el Padre que me ha enviado no le atrae»,
tus palabras Señor son decisivas,
el Padre me atrae con una fuerza irresistible,
por eso puedo acercarme a Ti,
sintiéndome llamado para prolongar tu misión:
«como el Padre me ha enviado así os envío yo».
¿Cómo puedes confiarme la inmensidad de tu misión:
«que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad»?
Pobre ante una misión que desborda,
noches sin dormir para que Tú me hables al corazón,
siempre en misión y a veces sin fuerza y sin salud, pero de misión,
con tu misma misión y con preguntas sin respuesta,
esperando que Tú me hables para conducir a los demás por tu camino,
con el aliento de conversión que infunde el Espíritu.
Me confías, Señor, parte de tu rebaño,
toda una muchedumbre de lisiados, ciegos, enfermos,
pobres, abatidos, desengañados,
pero que te buscan y te aman,
esa muchedumbre de la que me sacaste
para enviarme a liberar, sanar, curar y salvar.
Y en el fondo de la misión escucho una voz:
«entrega tu vida por ellos, por ellos, por ellos…»,
y yo tan solo puedo decirte:
«toma mi vida para que levante tu Reino
allí donde todavía no ha llegado». Amén.
(Pbro Lázaro Albar Marín)
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