¡OH, VIRGEN INMACULADA!
¡Oh, Virgen Inmaculada!
Belleza sin igual,
de corazón limpio y alma limpia,
sin pecado, sin mancha,
resplandeces en el cielo
para ser contemplada, amada, abrazada.
¡Oh, Virgen Inmaculada!
En tu rostro se ve la belleza de Dios,
la ternura de una Madre,
la mirada de un amor eterno,
los labios intercesores
de quien continuamente ora por sus hijos.
¡Oh, Virgen Inmaculada!
¡Alégrate, llena de gracia!
Tú alegras nuestro corazón,
al sentirte nuestra Madre,
al saber que estás ahí
y que Dios está contigo.
¡Oh, Virgen Inmaculada!
Tu rostro se refleja en el lago azul,
que ya no es tu rostro, sino el de Cristo,
porque has llevado en tu vientre al Salvador.
¡Oh, Virgen Inmaculada!
Sin pecado y llena de gracia
nos llamas a vivir llenos de gracia,
a pasar con frecuencia
por el sacramento de la Misericordia Divina
a fin de que tengamos un corazón limpio
capaz de ver a Dios en los hermanos.
¡Oh, Virgen Inmaculada!
Nueva Eva, obediente para siempre,
que nos devuelves el Paraíso perdido,
la comunión con Dios y con los hermanos,
hasta sentir cada día al atardecer
la brisa de Dios, el soplo del Espíritu
que nos rejuvenece.
¡Oh, Virgen Inmaculada!
La Toda Santa, nos quiere santos,
porque hemos sido llamados por Dios
antes de la creación del mundo
para ser santos e irreprochables
ante Él por el amor.
¡Oh, Virgen Inmaculada!
Ya solo la santidad,
la humildad de una esclava,
la docilidad a Dios,
y un «sí» cada día que renueva la historia,
el «sí» que ha abierto las puertas de la salvación.
¡Oh, Virgen Inmaculada!
Gracias por tenerte como Madre,
por ser Madre de Dios y Madre nuestra,
gracias por tantas gracias que nos llegan a través de ti
para que seamos fieles hasta que lleguemos
a contemplar la gloria de Dios
y vivamos en el Jardín de Dios para siempre. Amén.
(PBRO. LAZARO ALBAR)
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