HACIA
LA CUMBRE DE DIOS.
Mística
y compromiso de vida
Todos
llevamos una fuerza interior capaz de transformar el mundo. Siendo
felices en Dios podemos subir a la cumbre, entrar en un misterio
de amor que
nos sobrepasa para luego bajar al mundo como lámparas de Dios que
quieren iluminar y penetrar en la realidad dando sabor a la vida.
De
nuevo aparece la interioridad como la luz que nos hace relacionarnos
con Dios. El silencio
interior deshace
las dificultades que nos bloquean en el camino. La humildad nos
adentra en el dinamismo de la conversión hasta llegar a la
transfiguración del corazón en una relación perfecta con Dios. La
vida se hace experiencia
de Dios porque
todo se vive desde Él. Silencio, atención y entrega acompañan al
que ha entrado en la mística y ha tocado el misterio.
El
corazón queda limpio para ver a Dios en todo y en todos, así
descalzados, arrodillados y postrados en adoración subimos para
contemplar. Todo calla, sólo Dios habla. De la contemplación activa
pasamos a la contemplación pasiva donde se va forjando el hombre
nuevo que ya no hace porque deja hacer. El protagonismo lo ha tomado
Dios, la persona ha llegado a configurarse con Cristo, siendo
ciudadano del cielo en la tierra, y misionero de la bondad, ternura y
misericordia divina. María es la que ha recorrido todo este camino y
se ha hecho modelo de santidad para todos sus hijos.
*
Aconsejo leer antes el libro Hacia la
orilla de Dios. Camino de crecimiento espiritual, de
la misma editorial. Ambos libros son para conocerse a sí mismo,
comprender a los demás y ver el proyecto de Dios sobre nuestra vida.
Lázaro Albar.
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