QUIERO CREER UNIENDO MI CORAZÓN AL
TUYO
Quiero subir la escala
de Jacob, mi Señor,
bajar y subir, tocar
los cielos y la tierra,
porque la tierra pasa y
nos espera el cielo,
escucho en mi interior:
«En la Casa de mi Padre
hay muchas Moradas
y voy a prepararos una»
(Jn 14,2).
Ya no hay muerte,
morimos pero no morimos,
dormimos para despertar
del sueño de la vida terrena
y resucitar a la vida
eterna,
porque tú Cristo nos
das un Pan que nos hace inmortales
y nos dices cada día:
«Quien coma de este
Pan, vivirá para siempre» (Jn 6,51).
vivir sin morir por
toda la eternidad,
contemplando la belleza
de tu rostro glorioso y resucitado,
mi Cristo, en la
presencia de la Santísima Trinidad,
con María y todos los
mártires y santos
que entregaron su vida
por amor!
morir a mi ego para
vivir revestido de Ti, Cristo,
ponerme el vestido
blanco de tu santidad,
de tu amor y
misericordia que tocan al corazón humano
y atraviesan la tierra
y el cielo.
Tú, Cristo glorioso,
me conduces por el
sendero de la vida,
atravesando las cañadas
oscuras de la guerra,
los terremotos, las
enfermedades, las injusticias,
el pecado no deseado, la
muerte imprevista y desconcertante,
más allá de la noche
humana quieres mostrarnos
la luz resplandeciente
de tu inmenso amor,
la gracia santificante de
la belleza sacramental.
Todo es don, todo es
gracia,
aunque te grite al
cielo
para que me arranques
el aguijón del mal que me azota,
tú me repites una y
otra vez:
«¡Levántate, no
desfallezcas, toma mi mano, mi gracia te basta!».
Y no comprendo, es
difícil asumir las contrariedades de la vida,
pero sé Dios mío, que
estás ahí,
acompañándome,
consolándome, dándome tu Espíritu,
que me impulsa a no
quedarme paralizado ni estancado,
eres fuego en mí que
solo encuentro descanso en Ti,
en tus verdes praderas,
en los manantiales inagotables
de tu infinita misericordia.
El secreto está en
olvidar todo lo que no sea amor,
y amar sin medida, con
todo el corazón,
llevando semillas de
resurrección,
amar es también orar
por los difuntos,
vivir la comunión de
los Santos,
anhelar la santidad,
tocar con la oración la
toda santidad del misterio redentor.
«En el amor no hay
temor» (1 Jn 4,18),
no hay miedo a la
muerte,
vivimos aquí para morir
y muriendo a nosotros
vivimos en Cristo,
dándonos, amando,
resucitando,
caminando hacia el
Paraíso perdido,
hacia la gloria eterna,
hacia la mayor
felicidad,
la alegría más plena,
el Cielo.
Aquí la Iglesia
Peregrina camina hacia los Cielos,
subiendo la escala de
Jacob,
soñando alcanzar la
eternidad,
movida por la fuerza de
la esperanza,
lo mejor de la vida
está por venir,
si vives en Dios, con
Dios y para Dios, el
Señor sostiene mi vida y me la da en plenitud.
Déjame saltar de gozo,
con aquellos que viven en la esperanza,
los que esperamos un
cielo nuevo y una tierra nueva,
por eso mi Señor renueva
mi corazón cada día,
hazme un hombre nuevo,
en cada amanecer renueva mi amor.
Siempre en camino,
llevando a muchos
amigos a las verdes praderas del Espíritu,
a las Fuentes de la
Vida,
a los manantiales de la
santificación,
vivo la eternidad
siendo ciudadano del Cielo,
bienaventurado, misericordioso,
limpio de corazón,
aunque sea perseguido,
incomprendido,
pero a los pies de
María, puedo decir:
«Dichosa tú que has
creído,
yo también quiero creer
uniendo mi corazón al tuyo». Amén.
Pbro Lázaro Albar
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