VENGO A TI, MI SEÑOR,
PORQUE SIN TI ME MORIRÍA
Aquí estoy, ante ti,
Cristo Jesús,
vengo pobre y con sed,
vengo con mi miseria para postrarme
ante tu infinita Misericordia
como pecador arrepentido,
como pecador necesitado de conversión.
Vengo ante ti porque eres mi Luz,
el Sol de mi corazón,
la única luz que puede iluminar todo mi ser,
la única luz que puede iluminar la mirada de mis ojos
para que sea una mirada misericordiosa con todos,
especialmente con los pobres y los que sufren.
Vengo a ti porque eres la Fuente de todo Amor,
vengo a beber cada día como sediento,
porque ¿qué sería de mí sin tu amor y sin tu perdón?
Dame de beber el agua de tu Espíritu
y pon en mi interior tu Fuente
para poder dar de beber el consuelo de tu Misericordia.
Vengo a ti porque eres la Vid y yo soy tu sarmiento,
separado de ti no puedo hacer nada,
unido a ti en la intimidad de la oración en medio de la noche
descubro que estás conmigo, diciéndome «¡cuánto te amo!
Mi corazón se ensancha en el asombro y admiración
de tanta misericordia que me colma de gozo y felicidad,,
entonces mi vida se llena de frutos de amor y perdón.
Vengo a ti porque eres el aliento de mi vida,
la respiración de mi alma, la alegría de mi ser,
porque sin ti me moriría y caería en la peor de las desdichas
y en el dolor más profundo de mi existencia,
pero contigo puedo respirar a pulmón lleno el aire misericordioso
que todo lo llena, todo lo envuelve.
Vengo a ti descalzándome, sintiéndome el más pobre de los pobres
ante la inmensidad de la riqueza de tu infinito amor,
¿qué puedo hacer mi Señor?
Tan solo quiero amar y vivir para el amor,
tú que nos quieres en comunión contigo y con los demás,
haz que pueda ofrecer mis manos misericordiosas
a quien me necesita, ofrecer lo que soy y lo que tengo
hasta la entrega de mi vida.
Vengo a ti porque contigo no hay noche,
como Resucitado te paseas por la orilla de mi vida
como un bello amanecer que quiere llenarme de luz,
de paz, esperanza y generoso amor,
como el niño que corre por las playas de mi corazón
para ofrecer a todos el cariño y la ternura de Dios.
Sí, mi Señor, vengo a ti descalzándome
porque sin ti me moriría. Amén.
Pbro. Lázaro Albar
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