Este fin de semana del 15 al 17 de
mayo un grupo de personas nos hemos retirado en la Casa de Espiritualidad de
las Mogarizas (Chiclana), para buscar la soledad, el silencio y encontrarnos con
Cristo Resucitado presente en la Palabra y en la Eucaristía.
La constante Presencia Eucarística nos invitaba a la adoración
y alabanza. Dos meditaciones abrían y cerraban el retiro poniendo las
bases teológicas
de la Resurrección del Señor: los relatos de las apariciones
y del sepulcro vacío, y el sentido de la resurrección y el significado para el hombre actual. Hemos recorrido un pequeño
itinerario de las apariciones del Resucitado haciéndonos presente en las diversas
escenas: el silencio culpable de los soldados
(Mt 28,11-15); María Magdalena con el Resucitado (Jn 20,11-18); aparición del
Resucitado a las santas mujeres (Mt
28,9-10); aparición del Resucitado a los discípulos en el Cenáculo
(Mc 16,14-18; Lc 24,36-41); la
incredulidad de Tomás y el encuentro con el Resucitado (Jn 20,26-28); aparición en
el monte de Galilea y misión
universal Mt 28,16-20;
Mc 16,14-20). El sábado por la noche orábamos
el Vía
Lucis, acabando en la contemplación de Pentecostés.
El sacramento de la Reconciliación era ese momento significativo donde
el Resucitado volvía a decir como en el cenáculo
«paz
a vosotros»,
y mostraba las entrañas misericordiosas del Padre
transmitiendo el perdón. Paz, alegría
y perdón
son dones del Resucitado, pero el mayor don es el Espíritu Santo que nos deja ungidos, nos
enciende el corazón como un carbón
encendido que acoge el incienso de nuestras oraciones y obras de amor para
elevarlo al corazón del Padre. Una alegría
interior nos visitaba y sobre todo un deseo profundo de evangelizar porque el
encuentro con el Resucitado no nos deja indiferentes, nos lanza a la misión,
nos quita los miedos y nos da el arrojo del ardor de la fe. ¡Demos
gracias a Dios porque una vez más ha estado grande con nosotros y
estamos alegres!
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